"La auténtica felicidad, la libertad de sentir"

"La auténtica felicidad, la libertad de sentir"

Diario 22-04-2012

Encuentro que la mañana es más clara cada día. Respiro. Me sumerjo entre las olas de esta brisa matutina que te despeja la vista y el alma. Quiero creer que es una mañana de verano, de esas que el sol te recibe con sus brazos y te ofrece su calor, pero es primavera y mis ojos se estremecen y miran al sin fin del mar que se halla en frente de este balcón donde miro al mundo. Es un buen día, pienso. Y quizá sea uno de esos días llenos de emociones. Desayuno tostadas con un tazón de leche con café. Unto las tostadas con una pizca de mermelada, la introduzco en mi boca, la saboreo, y un gusto de fresa explota entre las paredes de mi boca. Siento que esa liberación de frescor cruza mi garganta para viajar hasta mi estómago. Ha llegado. Entonces respiro y miro mi muñeca, donde se encuentra mi reloj. El minutero marca las diez, es hora de salir. Me visto con lo primero que encuentro. Encuentro una camisa blanca, mostrando la pureza de su aroma y unos jeans ajustados de un azul claro. Me dirijo hacia la calle. Bajo esa escalera de unos setenta y cuatro escalones, sí, los cuento unas tres veces al día. Los cuento de dos en dos, de tres en tres, de diez en diez y ya estoy en la puerta. He llegado a la acera. Miro varias veces hacia los lados para observar y que es lo que me encuentro. Veo a ese hombre tan apuesto, de unos cuarenta y tantos años, con sus gafas, con el jersey de primavera, de terciopelo y con un periódico en mano. Buenos días "jovensita", me dice. Con una sonrisa tímida le respondo yo. -Es un buen día para pasear, aunque a veces es mejor perderse en el mar. Me afirma. Los pasos se distancia de la acera, y ese hombre desaparece. Yo sigo mi camino, bajo la acera y me dirijo hacia el pequeño parque. Una mujer de una estatura media y de nacionalidad rumana permanece con su hijo en los columpios. Canta una canción. Me gusta escucharla, tiene ritmo y parece melancólica. Entonces me doy cuenta de que es mi realidad, me encuentro en cada instante de ese parque. Reside mi niñez, reside mi pasado como niña. Me gusta encontrarme. Y sé que cada vez que lo visite recuerdos desproporcionados sacudirán mi mente. Doy media vuelta. Regreso a casa. Subo esos setenta y cuatro escalones, esta vez contando de tres en tres. Llego a la puerta, introduzco la llave en la cerradura. ¡Clack!. La puerta se abre. Me adentro en mi casa, mi dulce casa. Es demasiado tarde para pensar que el tiempo en ese parque ha sido muy pequeño, pero me conforma la idea de que puedo visitarlo cada mañana de Domingo. Me espera. Me espera a mi.
Ylenia Morales,
Diario a mis sueños.
22-04-2012

2 comentarios:

Fiorela. dijo...

Siempre tan hermoso todo por aca

Nicole- dijo...

Hola!Es la primera vez que entro a tu blog,y la verdad que me gusto muchisimo. Te sigo :)

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